Después de tanto drama y pantallas cargando, la guerra en el mundo de Underworld explota en toda su gloria digital. Kirito y sus panas tienen que enfrentarse a ejércitos enteros de NPCs con más ganas de matar que un taxista en hora punta. Entre batallas épicas que duran lo que una telenovela y estrategias que harían llorar a Sun Tzu, la cosa se pone densa y llena de clichés, pero con esa producción que al menos no te hace dormir.

Mientras tanto, Kirito sigue con su rutina de “soy dios acá” y “nadie me gana”, tratando de salvar el día mientras todos los demás miran y aplauden como si fueran extras sin voz ni voto. ¿Drama? Sí. ¿Acción? A montones. ¿Sentido? Depende de cuánto aguantes a este protagonista hiperactivo que no para ni para ir al baño. En resumen, un final a lo grande para una saga que amas odiar.