Después de un buen cacho de enredos virtuales y casi morir más veces que jugador novato, Kirito se despierta en un mundo nuevo llamado Underworld, donde las reglas no son de juego sino de inteligencia artificial avanzada y moralidad de novela barata. Sin recuerdos y sin saber qué le pasó, se lanza a una aventura épica para sobrevivir en este universo digital hiperrealista lleno de espadas, magia y tipos que parecen sacados de un cosplay barato.

Pero no todo es flores, porque acá la cosa se pone intensa con conspiraciones, guerras a gran escala y dilemas existenciales que ni el mismo Kirito entiende (pero igual se pone a pelear como si fuera el Messi del mundo virtual). Entre batallas que duran horas, diálogos con más relleno que arroz con pollo y un villano que quiere conquistar todo el mundo digital, esta saga es el combo completo de emoción, drama y esa dosis de “¿qué rayos estoy viendo?” que tanto nos gusta.